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Hay historias que conmueven por la grandeza que trasmiten al ser ejemplos de nobleza, perseverancia, coraje e impresionante valor moral. Ejemplos de vidas que han dedicado su existencia para el logro de un bien mayor. Historias que inspiran al demostrar la posibilidad de enfrentar la adversidad con el trabajo solidario, creativo y constante. Esa es la historia de Fe y Alegría, que en 1955 inició sus pasos como movimiento de educación popular integral y promoción social. Su fundador, el sacerdote jesuita José María Vélaz, fundó la primera escuela de Fe y Alegría en la parroquia del 23 de Enero con el apoyo de Abraham Reyes, un obrero que convirtió su casa en el espacio para iniciar un sueño:
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Se cuenta que Reyes y su esposa llevaban ocho largos años levantando los muros de su hogar y el día que les hablaron de una escuela y de educación para los niños entregaron esas paredes y ese techo sin mayor ceremonia que su propia felicidad.
El gesto de los Reyes sólo fue el principio, pues otras familias se sumarían a la epopeya. La voluntad por salir del agujero, los deseos incontenibles de subvertir las condiciones de explotación, la ganas de vencer al sistema y ser dueños al menos de la propia vida; dinamizaron cada uno de los pasos que hicieron posible a Fe y Alegría. Un ejército de hombres y mujeres, trabajadores y sacrificados, empeñados en darles a sus hijos un mañana distinto y fundado en la superación.
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La historia de Fe y Alegría es la más clara demostración de resistencia ante la adversidad. Sus centros educativos se erigen en las zonas más vulnerables donde el hombre reclama el derecho a vivir dignamente. La obra evangelizadora construye con la comunidad caminos de esperanza centrados en el proceso educativo. La experiencia fue tan exitosa que recorrió toda Venezuela y se extendió a otros países permitiendo fundar la Federación Internacional de Fe y Alegría:

En 1964 ya había 10 mil alumnos en Venezuela y la acogida de la experiencia permitió replicar el modelo en otros países con semejante respuesta. En un lapso de dos años Ecuador, Panamá, Perú, Bolivia, Centro América y Colombia se sumarían a la aventura.
 De allí en adelante La experiencia continuaría creciendo y multiplicando las esperanzas en los rincones más secretos y profundos de América. De allí se acuñaría una de las frases más célebres del movimiento educativo: “Fe y Alegría comienza donde termina el asfalto, donde no gotea el agua potable, donde la ciudad pierde su nombre”

La acción perseverante de los docentes de Fe y Alegría en contextos demandantes, donde la vocación de servicio es celebración de vida, constituye una experiencia reveladora ante la realidad de crisis generalizada que  padece nuestro país.  El recorrido noticioso en el mes de marzo evidencia el estado de emergencia nacional que amenaza el normal desarrollo del proceso educativo: fallas  del servicio eléctrico, suspensión de clases, recorte del lapso de actividades, el pago condicionado de salarios a los docentes universitarios, las fallas en el suministro de agua, el incumplimiento de los compromisos salariales, la deserción estudiantil, la falta de docentes y el ambiente de incertidumbre generalizada son expresiones de la educación en crisis.

En el mes de marzo de los 19 días hábiles para las actividades académicas solo 8 días pudieron hacerse efectivos. El Ejecutivo Nacional declaró no laborable el 1 de marzo, luego se sumó carnaval y posteriormente los continuos apagones obligaron a una nueva suspensión. La incertidumbre dificulta el cumplimiento de la planificación y siembra zozobra en las aulas.
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La preocupación por los efectos de la pérdida de clases recorre todo el sistema escolar. El informe del Observatorio Educativo de la UCV advierte que esta problemática afecta con mayor rigor a los sectores más desfavorecidos e incrementa la exclusión. De igual manera, la profesora Olga Ramos,  miembro de la Asamblea de Educación destaca que la problemática que viven las escuelas dificulta la preparación de calidad y provoca mayores deficiencias y  angustiantes frustraciones.

Ante los retos de la emergencia la respuesta es la tenacidad, basada en la férrea voluntad y la capacidad creadora. El Padre José Virtuoso, Rector de la Universidad Católica Andrés Bello exhortaba: “No nos podemos quedar paralizados. El país no puede reducirse a las cuatro paredes de la casa. Ese día nos hundimos.” y convocaba a unificar esfuerzos para atender la contingencia sin descuidar la calidad académica. Situación similar se vive en otras Universidades como la UNIMET,  de igual forma las universidades públicas elaboran planes alternativos para asegurar el cumplimiento del semestre.
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Los centros  educativos en todos los niveles deben implementar estrategias para atender la emergencia y responder a las necesidades de la comunidad educativa. Se requiere una atención integral que responda de manera holística a las demandas no solo del estudiantado, sino de todos los actores que hacen vida en el mundo escolar. El trabajo en redes y la acción solidaria de la comunidad es imprescindible para brindar espacios formativos capaces de fortalecer la ciudadanía y reconstruir el tejido social.

Despedimos este editorial con las elocuentes palabras del Padre José María Vélaz, su llamado es un exhorto de urgente necesidad:
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Mientras la mayoría de los hombres sean esclavos de su propia ignorancia, es quimérico reclamar para ellos derechos ulteriores que no sabrán comprender, utilizar ni defender. Sin la educación integral del pueblo, la democracia es una falsificación de la que se apoderan unos cuantos demagogos cuyo auténtico feudo es la ignorancia de las masas (…)

 El camino de la libertad para todos, el camino de la prosperidad para todos y, por lo tanto, de la verdadera democracia, tiene que contar con un largo y bello recorrido de muchos años de escuela para todos.